martes, 15 de diciembre de 2009

Una cumbre desbordada


La cumbre del clima se está convirtiendo en el evento internacional del siglo. Faltan sólo dos días para que 120 jefes de Estado y Gobierno lleguen a Copenhague para cerrar un pacto mundial contra el cambio climático y la presión social no tiene precedentes.

Es tanta la expectación que el Bella Center, el centro de convenciones donde se celebran las negociaciones climáticas, ha vuelto a restringir la entrada esta mañana. El número de personas acreditadas, más de 45.000, supera la capacidad de 15.000 que tiene el edificio. Las autoridades danesas han llegado a cerrar temporalmente la parada del Metro que hay junto al Bella Center para evitar situaciones como la de ayer, cuando miles de personas acreditadas hicieron cola durante horas intentando acceder en vano.

Hoy, la organización de la Conferencia de las Partes de la ONU (COP) ha anunciado que para evitar problemas no dejará pasar a todo el personal acreditado. Esto afectará sobre todo a las ONGs, que componen la mitad de las personas acreditadas. La COP sólo permitirá pasar a una parte de su personal. También anuncia que mañana, miércoles, cuando lleguen los ministros, el número se reducirá más y, finalmente, el jueves, cuando lleguen los líderes de los gobiernos, se bajará aún más la presencia de las ONGs.

Éstas han tachado la actitud de antidemocrática por intentar restringir el acceso a la sociedad civil. La COP defiende que todas las organizaciones estarán dentro, pero lo único que hará será reducir el número de los participantes. Sea como sea, el asunto traerá cola y, desde luego, es una prueba de la enorme expectación que ha generado la cumbre climática.

El 'circo verde'
Porque decenas de miles de personas de todo el mundo confluyen estos días en Dinamarca. Las calles son una feria continua animada por los actos publicitarios de las organizaciones no gubernamentales y las grandes empresas de tecnología verde. Las compañías energéticas de renovables han llenado las calles con carteles que compiten con los ecologistas por ser más verdes que ellos. En medio de una Copenhague helada y gris por la meteorología, decenas de miles de delegados de gobiernos y organizaciones varias pasean por una ciudad llena del animado circo verde.

Y a los representantes de gobiernos y empresas, a los ecologistas y los trabajadores de la cooperación internacional se suma una variopinta mezcla de grupos antiglobalización, luchadores antisistema y anarquistas varios. El movimiento antiglobalización ha captado que esta cumbre es un evento en el que se deciden cosas importantes y de carácter político y se ha sumado a una reunión que, en principio, era sobre medio ambiente.

Desde el sábado, cuando hubo 1.000 detenciones en el transcurso de una manifestación pacífica, los disturbios han acaparado la atención mediática. Sin embargo, el ambiente que se respira en la ciudad no es el de la violencia y los disturbios, que están restringidos a sucesos puntuales y alimentados por el celo policial, sino el de un ambiente festivo e internacional en torno a la utopía verde.

Pasear por Copenhague hoy es creer que todo el mundo está concienciado con el clima, desde los fabricantes de coches a los activistas de Greenpeace. Todos ellos tienen el mismo discurso: salvar el planeta.

El estado de las negociaciones
Y mientras tanto, las negociaciones siguen por la ardua y aburrida vía de la diplomacia internacional. La jornada de hoy está destinada a que los grupos de trabajo terminen los borradores que deben presentar el miércoles y el jueves a los jefes de gobierno, para que los discutan y los firmen. Se trata de presentarles textos ya terminados, donde apenas queden cuestiones técnicas por resolver de modo que la discusión sea política. Por poner un ejemplo, no se trata de que los jefes de gobiernos discutan cómo se cuentan las emisiones, que es lo que los grupos de trabajo discuten, sino de que decidan entre ellos, sencillamente, cuánto está dispuesto a reducir cada uno.

Hoy, los grupos de trabajo seguirán trabajando en dos vías: la de una continuación del Protocolo de Kioto para los 37 paises que los firmaron, y la de un nuevo tratado a largo plazo LCA, para el resto de países. El rumor es que algunos países quieren proponer un texto distinto, que sume los dos y que sea bastante vago en sus compromisos. Algo que no satisfará ni a las ONG ni a los estados que ya han hecho los deberes, como los europeos. Y que sólo contentaría a aquellos que todavía no han hecho nada, como EEUU, o que silban mirando hacia el techo esperando a que los demás hagan algo, como China.

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