martes, 16 de febrero de 2010

Ante una crisis epiléptica, no consulte a House


Los aficionados a las series de televisión sobre hospitales confían en que las historias que les cuentan tengan un trasfondo científico verdadero. Se supone que el presupuesto de 'House', 'Urgencias', 'Anatomía de Grey' y 'Sin cita Previa' es lo suficientemente generoso como para contar con unos buenos asesores médicos. ¡Vana ilusión!

Tal vez acierten en algunas patologías, pero la epilepsia no es una de ellas. En casi la mitad de los casos en los que se narra la peripecia de un paciente que sufre una crisis, los profesionales sanitarios le atienden de forma incorrecta.

Esperemos que a los autores del estudio que demuestra dichos errores les gusten las ficciones hospitalarias anteriormente citadas. Para realizar su análisis, tuvieron que ver nada menos que 327 episodios en los que se reflejaron un total de 59 crisis epilépticas, 51 de las cuales ocurrieron en un hospital. La práctica totalidad de los ataques fueron atendidos por médicos o enfermeras. Los resultados de la investigación se presentarán en el Congreso Anual de la Academia Americana de Neurología, que se celebrará en Toronto (Canadá) en el mes de abril.

"Las series televisivas constituyen un método educativo sobre primeros auxilios potencialmente útil", explica el principal responsable del trabajo, Andrew Moeller, de la Universidad Dalhousie de Nueva Escocia (Canadá). Desde luego, no en lo que se refiere a la enfermedad neurológica que nos ocupa. House y Meredith Grey tendrán que aprender mejor la lección.

En 25 de los casos analizados (un 46% del total) los guionistas 'obligaron' a los actores a atender de forma inadecuada a los pacientes. Las convulsiones se manejaron de forma correcta únicamente en 17 de los ejemplos (29%), mientras que en los restantes 15 incidentes (25%) no se pudo determinar, por falta de datos, si la actuación del personal sanitario se adecuaba a las actuales recomendaciones oficiales.

Las meteduras de pata que muestran las series son un reflejo del amplio desconocimiento de la población sobre lo que se debe hacer ante una persona que padece un episodio convulsivo. Cuando las series muestran a un médico metiendo un bolígrafo en la boca de un paciente contribuyen a difundir y perpetuar una práctica totalmente desaconsejada.

Tampoco hay que intentar sujetar al afectado para tratar de detener sus movimientos involuntarios y no se debe intentar reanimarlo ni darle nada de beber. Por otro lado, no necesita respiración artificial, a pesar de que aparentemente no respire.

Todo lo que hay que hacer ante una crisis epiléptica es evitar que quien la sufre se haga daño, apartando los objetos que están a su alrededor. Debe ser colocado con la cabeza girada hacia un lado (posición lateral de seguridad) y, a ser posible, con algo blando a modo de 'almohada'.

Por último, sólo es preciso llamar a urgencias si el ataque es el primero que le ocurre a ese individuo, si se repite o si dura más de cinco minutos.

La radiografía de Tutankamón


Porque murió joven, a los 19 años; porque no dejó herederos; y porque en los relieves y en las estatuillas tiene una apariencia femenina. Mucho se ha especulado sobre las enfermedades y la posible causa de fallecimiento del faraón egipcio Tutankamón, como también se ha teorizado sobre quién eran sus familiares directos.

Parte de la 'verdad' sale ahora a luz gracias a la utilización de varios métodos científicos, incluidos análisis genéticos, antropológicos y radiológicos que han sido llevados a cabo sobre su momia, como sobre otras 10 que posiblemente o definitivamente estaban estrechamente relacionadas de alguna forma con el joven faraón y que han formado parte del proyecto iniciado hace ya dos años, conocido como la Familia Real Tutankamón.

"Hemos identificado a su padre en la tumba KV 55 (la de Akenatón) y a su madre, en la KV35, aunque se desconoce su identidad", aclara Zahi Hawass, director del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto y firmante principal de la nueva investigación en la que han participado también científicos italianos y alemanes.

Para Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, los "kits de amplificación de marcadores genéticos polimórficos empleados en la investigación, tanto en las momias masculinas como en las femeninas, son los utilizados normalmente en genética forense y permiten, efectivamente, analizar ocho microsatélites cromosómicos, lo que ha servido para la aportación más novedosa de este estudio que es saber quiénes eran los padres y otros familiares de Tutankamón".

Publicado en el último número de la revista 'Journal of the American Medical Association' (JAMA), detalla además que la malaria y las anomalías óseas parecen haber contribuido al fallecimiento del rey faraón Tutankamón. "Debido a su muerte prematura, sin dejar descendencia, ha habido numerosas especulaciones con respecto a enfermedades que pudieron sobrevenirle a él y a su familia. Sin embargo, la mayoría de los diagnósticos establecidos son hipótesis derivadas de la observación y de la interpretación de los utensilios materiales encontrados en las tumbas y no por la evaluación de los restos momificados de las personas reales", aclaran los autores del ensayo.

Una de las enfermedades que se han sugerido de forma insistente es una forma de ginecomastia (excesivo desarrollo de las mamas en los varones, normalmente como resultado de un desequilibrio hormonal) o síndrome de Marfán (enfermedad rara del tejido conectivo que afecta a muchos sistemas orgánicos y que se caracteriza por un aumento inusual de la longitud de los miembros).


Cara sobre una sábana de lino de la momia de Tutankamón. (Foto: Ben Curtis | AP)
"Sin embargo, las supuestas mamas aumentadas de Tutankamón, así como las de su padre, no han podido ser determinadas porque Akenatón es un esqueleto momificado y el joven faraón carece de parte frontal de la pared torácica. Por el contrario el pene de Tutankamón, hace tiempo separado del cuerpo, está bien desarrollado. En cuanto a los huesos de la pelvis están casi totalmente desaparecidos. Sin embargo, los de su progenitor, pese a estar fragmentandos, no muestran características femeninas tras su reconstrucción mediante el uso de tomografía computarizada", reza el ensayo.

A pesar de que las nuevas inspecciones en el cráneo y el tronco del joven rey no revelan información novedosa, "sí se han producido hallazgos llamativos que proceden del examen detallado del pie", comentan los investigadores. En comparación con la anatomía normal del mismo, el pie derecho de Tutankamón tenía un arco bajo. El arco longitudinal medial del pie izquierdo era ligeramente superior al normal, con la parte delantera del pie en decúbito supino y posición girada hacia adentro, similar a una deformidad del pie equino varo" (o pie zambo), agregan los autores.

Otras evidencias hacen referencia a la necrosis ósea en el segundo y tercer metartasiano izquierdos los que hacen pensar, junto con otros hallazgos, "en que la enfermedad de Freiberg denominada también como enfermedad Köhler II (una osteocondrosis, un trastorno óseo que afecta principalmente el segundo metatarsiano y que deteriora las articulaciones) estaba floreciendo en el momento de su muerte", determinan.

"Este hecho demuestra que los bastones encontrados, como los de caña de azúcar, no obedecen a una cuestión meramente estética o simbólica sino a un problema físico real", explica Carles Lalueza-Fox.

Tanto Hawass como su equipo insisten en sus conclusiones "que no hay signos de ginecomastia ni de craniosinostosis (fusión prematura de las suturas craneales tras el nacimiento) o del síndrome de Marfan en el joven rey, pero la acumulación de malformaciones en la familia de Tutankamón es evidente.

Diversas patologías como, la enfermedad Köhler II han sido diagnosticadas en Tutankamón, pero ninguna por sí sola le causó su muerte. Las pruebas genéticas para Plasmodium falciparum (el parásito de la malaria) han revelado indicios de la patología infecciosa en cuatro momias, incluida la de Tutankamón. Además, la fractura de una pierna, como consecuencia tal vez de una caída, progresó hacia una enfermedad crónica [una necrosis ósea vascular, enfermedad producida por la falta temporal o permanente de irrigación sanguínea al hueso] debido a su infección por malaria. Y ambas circunstancias fueron las causas más probables de su muerte".

Para los científicos, "este estudio sugiere un nuevo enfoque en la investigación molecular genealógica y en la palogeonómica de los patógenos de la era faraónica. Una disciplina científica llamada Egiptología molecular podría establecerse y consolidarse con la fusión de ciencias naturales, ciencias de la vida, de la cultura, las humanidades, la medicina, y de otros campos".

Reservas éticas
No obstante, en un artículo de opinión que acompaña al estudio, Howard Markel, de la Universidad de Michigan en Ann Arbor (Estados Unidos) se pregunta por este tipo de ensayos y cómo deberían llevarse a cabo. "En el futuro lo que está menos claro es el desarrollo de las normas éticas con las que deben conducirse las investigaciones genéticas, médicas y radiológicas de otros humanos de la Historia. ¿Se podrán exhumar cuerpos para resolver 'puzzles' patológicos inquietantes? ¿Tienen las figuras históricas derecho a las mismas normas de privacidad que los ciudadanos normales y a disfrutarlas incluso después de la muerte? Y más pragmático, ¿qué es lo que realmente se gana con estos estudios? ¿Pueden cambiar la forma actual de pensar sobre el tratamiento y prevención de enfermedades mortales, como la gripe? ¿Van a cambiar la comprensión del pasado...?".

Para Markel, "todos los historiadores son culpables de disfrutar de la lectura del correo electrónico y de los materiales personales de los demás. Sin embargo, antes de molestar a los muertos con las maravillosas técnicas científicas del siglo XXI es esencial seguir el ejemplo de los autores de este nuevo trabajo y ponderar todas las implicaciones éticas de estos trabajos para evitar abrir una caja de Pandora histórica".

martes, 9 de febrero de 2010

El órgano de la prudencia


La amígdala, una pequeña masa de núcleos situada en el interior de los lóbulos temporales de cerebro, parece ser la estructura que nos hace cautos y prudentes cuando debemos tomar una decisión arriesgada. El último indicio emerge de un experimento en el que dos personas con graves lesiones en este órgano mostraron una mayor tendencia a apostar dinero cuando las pérdidas potenciales superaban a los beneficios.

Los participantes siempre tenían las mismas opciones de ganar y de perder (50%) pero las cantidades de dinero variaban. Cada uno recibió 50 dólares virtuales y aceptó o declinó 256 apuestas en la que podían, por ejemplo, ganar 20$ o perder 5$ -un riesgo que correría la mayor parte del mundo- o ganar 20$ o perder 15$ -algo que rechazaría la mayoría-.

Las pacientes, dos mujeres de 23 y 43 años con daños en la amígdala, eran mucho más propensas que sus compañeros sanos (doce personas de similar perfil socioeconómico) a aceptar apuestas en las que las podían perder mucho dinero. La actitud de los sujetos control se conoce como aversión a las pérdidas, un comportamiento en el que se evitan las opciones que pueden conllevar un detrimento del capital, incluso cuando las ganancias potenciales serían superiores.

"Imagina que estás en 'Quién quiere ser millonario'. Acabas de responder correctamente a la pregunta de las 500.000 libras y estás en la final. Utilizas el comodín del 50:50 pero no sabes la respuesta. Si aciertas, ganas un millón, pero si fallas bajas hasta las 32.000 libras. Una amplia mayoría de la gente optaría por la 'aversión a las pérdidas' y se iría con las 500.000 libras", ha explicado el autor principal de esta investigación, Benedetto De Martino, del University College London (Reino Unido).

Respuestas emocionales inconscientes
Sin embargo, cuando la amígdala está dañada, se escoge con mayor frecuencia la opción arriesgada. Este comportamiento no se debe un aumento 'per se' del apetito por el riesgo. "La única diferencia es su mayor disposición [la de las pacientes] a aceptar apuestas mixtas, lo que es señal de una reducción específica de la aversión a las pérdidas", indican los autores en las páginas de la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences'.

"Una amígdala normal parece hacernos más cautos", explica Ralph Adolphs, profesor de Psicología y Neurociencia del Instituto de Tecnología de California, quién también participó en la investigación. "Sabemos que la amígdala está implicada en el procesamiento del miedo; parece que también nos hace temer perder dinero".

"Sugerimos –concluye el trabajo- que la amígdala controla un mecanismo biológico muy general para inhibir los comportamientos cuando los resultados potenciales son adversos". Es el origen de las respuestas emocionales inconscientes.

Un océano bajo 'Encélado'


La sonda Cassini ha recopilado nuevos datos que parecen confirmar la teoría sostenida por algunos científicos que aseguran que bajo la superficie helada de una de las lunas de Saturno, 'Encélado', se oculta un gran cuerpo de agua líquida. En concreto, se han detectado moléculas de agua con carga negativa en la atmósfera del satélite, un hallazgo que respalda esta hipótesis.

Según recoge la BBC, estas últimas observaciones fueron realizadas a partir del espectrómetro de plasma de la sonda (CAPS), un instrumento que se utiliza para obtener datos sobre el medio ambiente magnético de Saturno, que mide su densidad, la velocidad de flujo y la temperatura de los iones y electrones que capta el mecanismo.

Además, la Cassini ha detectado sodio en las plumas (la firma de las sales disueltas que aparece en cualquier masa de agua líquida) que habían estado en contacto con la roca de profundidad. "Las moléculas de agua que aparecen en los electrones apoyan nuestras creencias", explica el investigador del Laboratorio de Ciencias Espaciales del Mullard University College de Londres, Andrew Coates.

jueves, 4 de febrero de 2010

Ultrasonidos y análisis de sangre para detectar el cáncer de ovario


El diagnóstico temprano de una enfermedad puede ser definitivo para su curación. Un ejemplo claro es el cáncer de ovario y, por ello, son varios los grupos de investigación centrados en dar con un método para detectarlo a tiempo. Un nuevo ensayo asegura ahora que la suma de un análisis de sangre (con el que estudiar las proteínas involucradas) y una simple prueba de ultrasonidos podrían ser la clave.

En este tumor, la supervivencia de las mujeres diagnosticadas de forma precoz es sustancialmente mayor: un 90% frente al 30% de los casos identificados en una fase avanzada. "Es necesaria una prueba que detecte la enfermedad en una etapa temprana", afirma David A. Fishman, principal autor del estudio, que aparece publicado en 'American Journal of Roentgenology'.

Sin embargo, las distintas caras del cáncer de ovario suponen uno de los principales obstáculos en su diagnóstico.

"En los últimos años, han proliferado importantes avances en ingenieria biomédica, tecnologías proteómicas [basadas en la expresión de las proteínas] y análisis informáticos, lo que ha llevado a identificar cientos de proteínas únicas, previamente desconocidas, que componen la patofisiología del cáncer de ovario", explica la investigación.

En busca de una herramienta 100% eficaz
En este sentido, tal y como sugieren los expertos de la Escuela de Medicina Mount Sinai y el Centro Médico de la Universidad Venderbilt (ambos en EEUU), si se quiere dar con una herramienta de diagnóstico de este tumor, ésta siempre deberá tener en cuenta las distintas formas de expresión de las proteínas.

No obstante, por el momento, este análisis proteómico nunca es lo suficientemente específico ni eficaz como para identificar la enfermedad en sus primeras fases. Por eso, proponen su uso combinado con los ultrasonidos que, entre otras funciones, confirmen o descarten la implicación de uno u otro biomarcador.

Además, según indican estos científicos, los contrastes que se inyectan a los pacientes que se someten a esta prueba también mejoran las posibilidades de la citada tecnología; ayudan a identificar "cambios microvasculares" que están asociados con una fase temprana del cáncer de ovario. Su eficacia se basa, principalmente, en la identificación "de la vascularización aberrante que permite el crecimiento de un tumor, antes de que se desarrolle la masa".

Lejos de emplear estos métodos por separado, Fishman y su equipo proponen combinarlos para mejorar el diagnóstico. Gracias a ello, sugieren, podría producirse un salto importante y propiciar el diagnóstico temprano."Y, lo que es más importante, salvar la vida de muchas mujeres".

La frontera biológica de la jubilación se sitúa en los 75 años


La propuesta del Gobierno de elevar la edad de jubilación hasta los 67 años ha generado un acalorado debate económico. El factor sanitario ha quedado relegado a un segundo plano, a pesar de los numerosos estudios que ponen de manifiesto que el momento de la retirada del mundo laboral ejerce una poderosa influencia sobre la salud.

La cuestión tiene múltiples aristas. Ante todo, el efecto de un desempeño más prolongado varía según el tipo de empleo. Por eso, los sindicatos propugnan que los trabajadores de la construcción se jubilen a los 60 años. Sin embargo, cuando se trata de actividades menos ligadas al esfuerzo físico, el límite biológico se incrementa significativamente.

"Entre los 65 y los 67 no desciende mucho el nivel medio de salud. El punto de inflexión en cuanto a la situación funcional se encuentra en los 75", precisa Leocadio Rodríguez, jefe del servicio de Geriatría del Hospital de Getafe y miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica (SEMEG). A esa edad empieza a ser relevante la dificultad para desarrollar actividades básicas (asearse, comer), instrumentales (comprar, utilizar el transporte público) y, sobre todo, avanzadas (tener vida social, planificar unas vacaciones). Es el umbral a partir del cual la dependencia aparece en escena de forma palpable y los tiempos de respuesta, tanto física como mental, ya no son lo que eran.

La capacidad para seguir desempeñando una ocupación ha aumentado espectacularmente en los últimos 25 años debido al incremento de la expectativa de vida y del estado de salud. ¿Esto puede servir como argumento para justificar el retraso de la jubilación? Rodríguez cree que no conviene mezclar criterios. El hecho de que el cuerpo aguante no anula el trasfondo político y ético de la cuestión.

La calidad de vida de las personas mayores depende en buena medida de sus expectativas, que pueden verse truncadas si descubren que aún deben seguir prestando sus servicios a la sociedad durante unos cuantos años más. Por otro lado, en este ámbito resulta muy apropiado alegar aquello de que una cosa es la teoría y otra la práctica. Los estudios realizados en distintos países y con diferentes grupos de trabajadores dan fe de las consecuencias de retirarse cuando uno quiere, le dejan o puede.

Estudios recientes
"Se ha comprobado que mantenerse activo durante más tiempo no sólo no es malo, sino que incluso puede ser bueno", señala Rodríguez. Pero también hay evidencias científicas de las ventajas de convertirse en pensionista lo antes posible. Una de las más recientes se publicó a finales de 2009 en la revista 'The Lancet'. Los investigadores analizaron, durante los siete años previos y los siete siguientes a la jubilación, la percepción que tenían de su propia salud 15.000 empleados de una empresa francesa de electricidad.

Para la mayoría de ellos, el abandono del trabajo se plasmó en una mejora significativa de su estado general. De hecho, muchos se sentían hasta ocho años más jóvenes. No obstante, las personas que tenían un nivel educativo alto, un puesto de trabajo no excesivamente exigente y una gran satisfacción laboral no experimentaron ningún beneficio saludable tras retirarse.

Esta última apreciación corrobora el impacto negativo que se achaca a la prejubilación, sobre todo cuando afecta a individuos que se encuentran en la plenitud de su carrera profesional. "Está estudiado que las consecuencias pueden ser brutales. Produce depresión y ansiedad", atestigua Rodríguez. transición

"Habrá que hacer un planteamiento más flexible, en función del tipo de ocupación, del estado de salud, etcétera", señala el geriatra, en consonancia con la opinión expresada en los últimos días por portavoces de distintos ámbitos. También es recomendable que el cese de la actividad laboral no sea repentino. Por ejemplo, se podría ir reduciendo paulatinamente la jornada, pasando primero de ocho a seis horas diarias, después a cinco, cuatro... De este modo, al beneficio para la salud se añadiría el económico: un mismo puesto serviría para emplear a dos personas a tiempo parcial.

Un trabajo publicado en la revista 'Journal of Occupational Health Psychology' en octubre de 2009 refrenda las bondades que aporta a los jubilados ejercer una cierta actividad laboral relacionada con su profesión. El análisis de los datos de más de 12.000 trabajadores reveló que quienes se mantuvieron activos registraron menores tasas de enfermedades cardiacas, así como de trastornos psiquiátricos.

Sin embargo, el beneficio sobre la salud mental se reducía cuando los pensionistas desempeñaban un trabajo a tiempo parcial en un sector distinto del suyo. Los autores del análisis creen que la diferencia se debe a que, en estos casos, la motivación era puramente económica.